La
sala de observación de urgencias estaba casi sin luz, solamente había encendida
una, solitaria y parpadeante, ya que la bombilla estaba a punto de morir.
En el pasillo de la entrada dormitaban junto a las paredes unas camillas
solitarias. En el centro de la sala había un ordenador encendido, iluminaba su
pantalla con un mueble de la página web de Ikea. Alguna enfermera abúlica, lo
dejó para salir corriendo a la zona de triaje. Mientras la pantalla del
ordenador tintinea en la oscuridad, las rejillas del extractor del aire
acondicionado vomitan una bocanada de aire helado.
La
sala rectangular tenía veinte camas pegadas en vertical a la pared y en el
centro de la estancia, una estantería con útiles médicos y una mesa con el
ordenador. Ninguna enfermera ni medico alrededor. Los sonidos pululantes de
varios electrocardiogramas creaban una sinfonía siniestra. Susurros y gemidos
in crescendo. En uno de los laterales un anciano masculla, entre dolores,
insultos al personal sanitario. En frente, un chaval de unos veintitantos se
levanta y anda por el pasillo quejándose de que no hay atención y que el
sistema sanitario es una “mierda" y que si “menudos vagos”, que si “así
nos va”. Va corriendo al baño por una infección de orina contraída por no sé qué
“rave” de “desfase”. Respiraciones fatigosas. Las toses se agravan por el gélido
ambiente y el sonido de fondo de las máquinas de aire acondicionado exhalando
hálitos suaves y aplacibles creando una atmósfera polar. Mientras en otra cama
junto al lado del pasillo, un cuarentón soporta estoicamente en silencio el
dolor de un cólico nefrítico, tiene los ojos cerrados. Gemidos en aumento.
Entre el joven y el hombre de la piedra en el riñón, había una anciana
cadavérica. Su cara pajiza tenía la mandíbula hendida y estertórea. Farfullaba
palabras en una especie de conversación sin sentido. – Pedro, ven. Ven a por
mí. Ven, por favor. Ven. No me dejes aquí, Pedro. No me dejes-
El
anciano enloquecido hace retumbar la sala con sus gritos – Sois unos hijos de
puta, No me toquéis. ¡Enfermera, enfermera! Quitadme estos cables. Cabrona-. En
un instante la sala se llena de batas blancas semiabiertas y que se contonean
en el aire como capas de superhéroe. Tres enfermeras y dos médicos, uno de
ellos, mujer con unas ojeras ciclópeas. Entre varias enfermeras lo
inmovilizaron mientras que el médico buscaba una vena para inyéctale un
calmante. La médica ojerosa miraba la escena como La Cordera miraba el tren,
impasible, acostumbrada a la escena que se repetía día sí y otro también. Tras
la lluvia de forcejeos e insultos, el hombre mayor se aploma en la cama. Los
sanitarios se sientan en el centro alrededor del ordenador que todavía tiene la
cuenta de Ikea abierta.
-
¿Qué más tenemos?
-Cólico,
infección de orina y embolia.
-Vale,
veamos la embolia.
-Síntomas:
dolor de cabeza fuerte, fatiga y cansancio, parálisis de partes del cuerpo,
pérdida de visión, confusión y desorientación.
-
¿Quien la tiene? - pregunta la médica señalando al hombre del cólico nefrítico.
-La
mujer mayor de ahí – señaló el médico con el bolígrafo en la mano.
-
Descripción de la paciente-
-
Mujer, 87 años, ingreso a las 16:57 horas de esta tarde y desde entonces lleva
diciendo esa frase desde que entró aquí. Son las 3:30 horas y no evoluciona
positivamente.
La
anciana subía la cabeza y respiraba agónicamente como si estuviera saliendo de
las profundidades del océano abisal para poder respirar.
-
Pedro, ven. Ven a por mí. Ven, por favor. Ven. No me dejes aquí, Pedro. No me
dejes-repetía la vieja como una canción.
-Vamos
a esperar a ver. Pasemos al cólico- dijo el médico.
La
médica se acercó a la cama contigua, el hombre de unos cuarenta años, bajo y
complexión robusta estaba despierto. Tenía los ojos como platos y metida en la
mente la canción de la anciana que llevaba repitiendo desde hacía más de ocho
horas seguidas.
-
¿Cómo te encuentras? ¿Se te ha quitado el dolor? - preguntó la médica que se
notaba exhausta mientras se incorporaba la bata sobre los hombros.
-Sí,
estoy mejor, ya no me duele-respondió el paciente.
-Bueno,
pues te vamos a dar de alta. Hora de alta 3:32 horas. -dijo la médica.
-Luego
te pasaremos la prescripción médica y tu informe médico. Ahora vístete y
llamaremos a un familiar. ¿Tienes a algún familiar esperándote? -
-
Sí- asintió el hombre con la cabeza. -Está en la sala de espera-.
-Ahora
lo llamamos – el médico contestó sin dejar de mirar su teléfono móvil que en la
oscuridad de la sala iluminaba su cara como una antorcha en una cueva.
-Gracias
– finalizó el hombre.
En
ese momento, el electrocardiograma de la anciana dejó de tintinear y empezó a
chillar de manera continua.
-Vaya
por Dios- señaló el médico dejando el móvil en el bolsillo.
La
enfermera que estaba sentada en el ordenador viendo los muebles infantiles de
Ikea para su hija, se levantó, se acercó al médico y apagó el aparato, cesando
así el sonido.
El
médico cogió un informe y comenzó a dictarse a sí mismo en voz alta -fecha del
finamiento 30/01/2019. Sexo mujer. Edad 87 años. Causa de la muerte. Embolia
cerebral –
De
repente, levantó la cabeza y se dirigió a la médica que casi se queda durmiendo
de pie.
-
¿Familiares? -
-No
tenía. La trajo la ambulancia. Viene de …-la médica duda mientras revisa sus
papeles- del Centro de la Tercera Edad Virgen de las Maravillas-
-
¿Entonces no tiene familiares fuera? -
-No-
asintió ella.
-
¿Y quién es Pedro?
-No
sé – contestó ella despreocupada.
-Bueno,
que lo solucionen en administración. ¿Qué más tenemos? –
-
Infección de orina-
-Ah.
Sí. La infección de orina de la “rave”-
Mientras
se pasaban a la otra cama, la enfermera recogía las pertenencias de la anciana
y las metía en una bolsa de plástico grande y blanca. El DNI asomaba del bolso
y la curiosidad le hizo cogerlo y leer:
DNI
23245467F
María
Josefa López Barragán
Fecha
de nacimiento 29/06/1932
Nombre
de la madre. Bernarda.
Nombre
del padre. Pedro.